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HISPANOS POR LA PAZ

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Esa noche no bajé la persiana. Quería que la mañana siguiente el sol fuese acariciando mis pestañas hasta obligarlas amablemente a levantarse. Hacía un gran día. Un poco de frío, propio de la primera hora de la mañana, pero un buen día al fin y al cabo.

Desayuné con cierta emoción contenida, o al menos con una extraña sensación que me impedía tragar como el resto de desayunos. Hoy era el día. Salí de casa, comprobando por quinta vez que llevaba el discurso en el maletín. Miré hacia mi muñeca, buscando un reloj que hacía mucho tiempo que no llevaba. Entonces descubrí que la emoción la sazonaba un impetuoso nerviosismo.

Subí al autobús. Pagué al conductor, que no reflejaba demasiado ánimo ante la nueva jornada, y decidí dejarle el cambio como propina para que enfrentase con otros ojos la mañana, viendo como de pronto me sonreía. Caminé hacia los asientos del fondo, y pude descubrir miradas nerviosas y escondidas que me escrutaban hasta chocar con la mía y terminaban por ocultarse mirando por la ventana. A sus bolsos. A sus piernas. Sin poder evitar sonreír, vi el cartel del evento e irremediablemente volví a echarle un ojo a mi maletín. ‘’Ya he buscado veinte veces, si que está ahí’’ Repasé el discurso mentalmente, llegando a pronunciarlo con los labios, de lo que me percaté cuando descubrí a una señora bajita y entrañable observándome con cierto miedo. Me hizo gracia. Le sonreí y creo que eso la asustó más, por lo que procuré quedarme quieto, relajado.

A tres paradas del congreso, un hombre de rasgos gitanos subió al autobús. Las miradas tímidas en muchos casos se tornaron furtivas, incluso me pude descubrir a mi mismo agarrando con fuerza la maleta, y con la otra mano en la cartera. Sin hacer nada, se sentó en un asiento vacío, y se puso a cantar algo en voz baja. Tenía una voz agradable, aunque no me gustase demasiado el flamenco, que más de una vez desprecié.

El autobús continuó con su monótono ruido, pero la gente no bajaba la guardia. Algunos parecían realmente irritados, más por la presencia de aquel hombre que por su voz, que más bien animaba. Sin sorprenderme, pronto escuché los primeros comentarios de desdeño de la gente de los asientos contiguos. ‘’Ay... Creo que me voy a bajar, seguro que antes de la ultima parada nos roba a todos’’ Le oí decir a la señora de mirada entrañable. ‘’Como siga cantando le llamo la atención’’ Respondió un hombre flaco, de acento argentino, a su lado.

Cuando me di cuenta, el bus se había sumido en un cúmulo de riñas y gritos que se dirigían como puñales hacia el hombre, que no había hecho daño a nadie. Le decían que se callase, que molestaba, pero en el fondo sabía que si cualquier otra persona estuviese cantando de esa forma no le dirían nada. Les molestaba él en si, su raza, su aspecto y un sinfín de tópicos que lo rodeaban. Alguno podría ser cierto, otros no. La anciana escupía insultos como arañantes lapas de fuego, y el hombre de acento argentino la secundaba desde atrás. Una mujer colombiana, sentada detrás del conductor, se levantó para defender al gitano, y una señora de unos cuarenta y tantos años no tardó en comentar algo entre lo que sobresalió la palabra puta. Rabia e impotencia ardían dentro de mí, y no sabia que defender, que decir. Me horrorizaba pensar lo que estaba pasando, y como en a penas una hora pronunciaría un discurso que contrastaba tanto con lo que mostraba la realidad. Sumido entre pensamientos, los gritos seguían, y ahora el hombre argentino se enfrentaba a la anciana, replicándole que en tiempos también habíamos ido a su país para poder comer. Tópicos, palabrerías y prejuicios dueños de muchos, y poseídos por pocos. Las frases se solapaban en una algarabía incomprensible, y ya nadie escuchaba. ‘’ – Si fuesen alguien en la vida esto no estaría pasando. Me da vergüenza mirarlos. Mierda de música, mierda de inmigrantes, putas y basura de la sociedad. Pagando mis impuestos para que se vayan en amargadas como usted. Por Dios… ‘’ Mi corazón latía agitadamente y sus impulsos atravesaban todo mi cuerpo. Todo el autobús estaba en silencio, me miraban. Llegó la siguiente parada, y me bajé como un autómata. Al llegar a casa, me di cuenta que me había olvidado el maletín en el autobus, pero ya no me importaba. Sería hipócrita si asi fuese. Al final, todos éramos iguales. Y quizás por ahora, era lo único que nos unía.


TITULAR DEL MIÉRCOLES 30 ABRIL: EL ESCRITOR FERNANDO ESTEDILLO SE AUSENTA EN SU DISCURSO DE APERTURA DEL CONGRESO DE UNION POR EL HABLA HISPANA.<b>
"Participando en el Concurso Hispanos por la Paz”.

>> Fragmento recogido del discurso pronunciado el año siguiente por Fernando Estedillo.

''(...)Porque nuestra lengua nos une, aunque muchas veces solo nos separe.

Hagamos buen uso de ella, el lenguaje es uno de los grandes ''inventos'' de la humanidad, tanto para lo bueno como para lo malo. Tenemos una de las lenguas con más historia, matices, ritmos, colores y belleza del mundo, poseemos incluso una letra propia. La voz hispana, es una voz que ha de sonar clara y que se debe dar a escuchar todavía más, y para ello, lo primero que hemos de hacer es escucharnos a nosotros mismos.

A veces la sencillez y la humildad son el mejor camino. Y la paz, el marco imprescindible para poder seguirlo.''



Y no, no es un texto pesimista. Asumir los hechos es el primer paso para superarlos.

Quise hacerlo sencillo de carcasa, algo mas complejo (no mucho) de mensajes. La paz tiene muchos ambitos, y la primera que debemos conseguir es la paz con nosotros mismos. Con ello despues podemos ayudar a que el resto del mundo lo pueda conseguir.
© 2008 - 2024 Slumber89
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Solo puedo expresarlo con dos cifras: 10