Profecias de polvo

La luz del este había caído bajo el gris manto de Piersana hace ya tanto, que ni el más viejo del lugar lo recordaba, y el impredecible sol Bombiall era el preludio de lo que se avecinaba. Ocultos en las entrañas del bosque Alphomb, la hilera de esclavos y obreros se preparaba para la marcha, y los soldados las rodeaban.

- La noche caerá, y partiréis por las frías y llanas estepas de Balds, y subiréis, incansables, el Árbol de la Muerta Sombra. ¡Oh guerreros!, vuestra noble misión alcanzará el éxito, y será recordada por las próximas cien generaciones, hasta la llegada del nuevo Ahlm, como cíclicamente anuncia la profecía. Esta vez, lograremos lo nunca logrado, viviremos por fin en el alto Ahlm, donde podremos al fin aprovechar al máximo la luz del este, donde nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos y así la siguientes  generaciones, progresarán,  saliendo por fin de la oscuridad del bosque.

- Gran rey Acar Alphombmet MCXLIX, tus palabras serán hechos, y nuestro ejército nos conducirá a la victoria, para que con el nuevo amanecer, nuestros hijos disfruten ya de la tierra prometida.

Las palabras fueron cortadas por la caída de Bumbiall, y en la penumbra, la marcha hacia las afueras del bosque comenzó. Los esclavos y obreros, cargados de provisiones y escoltados por los millones de soldados, llegaron sin problemas hasta la gran estepa de Bald,  donde el frío y la confusión provocaron los primeros miles de bajas. La preparación había sido en muchos casos insuficiente, y tan solo la incertidumbre de lo desconocido había acabado con los más débiles, aquellos que, de todos modos, jamás podrían haber ascendido por el inmemorable Árbol de la Sombra Muerta, raíz de la tierra de Ahlm.

Con pasos constantes, rítmicos de marabunta, el ascenso fue  trampa mortal para otros muchos, también obreros en su mayoría. Sería una conquista sangrienta, pero ningún esfuerzo de tales dimensiones se había hecho en la historia, o al menos, no se recordaba en las cien generaciones anteriores.

- Guerreros, ahora el destino es vuestro, y yo, vuestro capitán, en nombre del jefe Acar,  lucharé con vosotros. No  conocemos el destino que nos aguarda, solo sabemos que la anhelada tierra que tanta sangre nos ha costado, y costará, está más cerca, y pronto, muy pronto, nuestros hijos la disfrutarán.

Con el hálito de la batalla, los soldados se dispusieron a la conquista de Ahlm, y aun cuando a muchos el miedo les colapsó las ocho garras, muchos más partieron sin compasión. Al alcanzar la meseta superior, un extraño manto grisáceo lo cubría todo, esponjoso y granulado,  recordaba al maná, dando la bienvenida los llegados, que sorprendidos, se alegraban de encontrar inhabitado el lugar, librándose así de la batalla. Con la llegada de los obreros y esclavos, y la excesiva actividad, no fue ese maná más que una trampa mortal. Cientos, al poco miles, fueron desapareciendo tragados hacia el fondo, donde unas blanquecinas galerías recordaban la existencia de algo inteligente ahí abajo. Perfectas, cuadradas, se entrecruzaban matemáticamente, y los obreros de Alphomb no hacían más que maravillarse de la fina construcción. Cuando volvió el orden y antes de comenzar de nuevo la preparación del lugar, el capitán habló, como muestra del éxito.

- Hoy ha llegado el día. Por fin, Ahlm es nuestro, y sus innumerables secretos no dejarán de sorprendernos. Ahora, colonicemos esta tierra de riquezas, y que los que vengan tras nosotros disfruten del fragmento de luz del este, hasta la apertura de Piersan. Pueblo de Acar, por fin la...

Una extraña luz ilumino la meseta de Ahlm, proveniente del Oeste, recordando profecías de dolor y pena de tiempos inmemorables, cortando las palabras del capitán, llenando de hemolinfa las cavidades cardiacas de los nuevos pobladores. De pronto, una sombra emergió de la luz, y Bombiall lo iluminó todo. Confusos, todos fueron a esconderse a las galerías, y muchos pudieron ver como el velo de Piersana se elevaba hasta desaparecer, a medida que una fuerte luz lo invadía todo. Lo último que recuerdan nuestras crónicas, son las incomprensibles palabras de los cielos, que jamás podremos descifrar...

- ¿Y cómo eran esas palabras padre?
- No sé si será oportuno que las escuches tan joven hijo mío. ¿Qué opina usted, sacerdote Acariuset?
- Oh rey Acar Alhpombmet MCLXXI... creo que el príncipe ya está preparado para ello. Hace ya diez horas que ha salido del criadero.
- Bien hijo, dos voces celestiales fueron escuchadas incluso en el bosque que moramos. Akbrum, por su gravedad llamado; y Akbela, de aguda y dulce pero lejana musicalidad.


'' - Voy a abrir aquí, ayer cuando llegamos apestaba a cerrado.
- Pues imagínate que hubiésemos pasado también Agosto en el pueblo, sin volver. Menos mal que tu madre te convenció para que nos pasásemos a limpiar  un poco...
- Ya sabes cómo es... Buf, si llegamos a quedarnos en Agosto también,  no se ni como estaría esto... El año que viene podríamos alquilarlo mientras no estamos.
- Tráeme las sabanas anda, que las limpio. Y ya pensaremos en el año que viene cuando llegue Septiembre.''

- Y nunca más se supo de la colonia de Ahlm... - Finalizó Acariuset, ante el silencio del rey Acar.
- ¿Murieron todos?
- Oh... me temo que eso no lo sabremos, hasta que volvamos allá. Cuando Bombiall brille como señal.
- ¿Y cuándo será eso?
- Pronto, hijo, pronto... la profecía nos apunta a nosotros, y el ejército, obreros y esclavos, están ya preparados.

El joven príncipe Acar, sorprendido, vio como una luz del oeste aparecía, y Bombiall daba la señal de nuevo. Con ojos ilusionados, por su mente pasaban conquista y expediciones, mientras que la mirada de Acariuset parecía perdida.

- Bah... esto huele aun peor que el mes pasado. ¿Habrá que limpiar esa alfombra no?